Inauguramos un país mejor. Terminamos con la clandestinidad del aborto, con décadas de una política de criminalización sobre un género, sobre las mujeres, que además de injusta ha sido parte de las históricas discriminaciones que hemos tenido que dejar atrás en el proceso de construcción de una ciudadanía con igualdad. Ese es el hito que marca la sanción de esta ley que se ha militado por años y que generó además un maravilloso diálogo intergeneracional, que podíamos ver en las calles del Congreso y de toda la Argentina.
Inauguramos un país más justo. Estuvo circulando un mapa que muestra el cambio de manera contundente, el verde de la Argentina en América del Sur es notorio, porque nos muestra lo que pasa en el mundo. Ya sentimos el impacto que genera la sanción de la Ley en nuestra América. Para nosotras fue muy importante lo que pasó con el aborto legal en el ciudad de México y el debate que dieron las uruguayas. Nos ayudaron mucho en nuestro proceso y seguramente la sanción de esta ley en Argentina va a ser un empujón, un abrazo para las hermanas de los países de Latinoamérica en que todavía tienen que convivir con la ilegalidad, con la criminalización, la clandestinidad. Este es un cambio y un logro del movimiento feminista, de las mujeres, de la sociedad argentina pero también latinoamericana porque nosotras nos sentimos: integrantes de esta Matria Grande Latinoamericana.
Fortalecimos el camino de la emancipación personal desde un proyecto colectivo. El 2018 fue un momento bisagra aunque no se conquistó la ley, porque millones se movilizaron en las calles. Y ahí las más jóvenes lo hicieron propio, quedó claro que se debatía más que el aborto. Discutir la autonomía de decidir sobre el cuerpo, hizo parte de poner en debate la autonomía política frente a la desigualdad histórica que el sistema patriarcal ha impuesto a las mujeres. Las pibas, los pibes, les pibes se hicieron escuchar, fue ineludible su presencia. Esa masividad se conjugó de una manera virtuosa con la decisión de gobierno: la decisión política de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Sabíamos que la Cámara más difícil era el Senado. En 2018 tuvimos una media sanción en Diputados por una diferencia más ajustada y cuando llegamos al Senado el resultado fue adverso. Porque hubo un oficialismo que trabajó para que no sea ley, hoy por el contrario contamos con un Ejecutivo que acompañó. Es cierto que siempre los derechos de las mujeres los hemos conquistado con alianzas transversales de distintas fuerzas políticas, con un gran movimiento social que ha estado en las calles, pero la decisión política del oficialismo hizo la diferencia para garantizar el triunfo en el Senado.
Nació un derecho conquistado. Se hizo realidad desde un gobierno democrático y popular. Eso que algunos llaman populismo despectivamente. Reconocer las demandas sociales y transformarlas en política pública, mejora nuestra democracia, porque hay más democracia cuando hay más derechos. Como dijo en su conmovedor discurso la senadora Anabel Fernández Sagasti, se produjo la articulación virtuosa, “la alquimia perfecta”, del peronismo y el feminismo. Ya durante el debate de 2018, CFK como senadora, hizo un reconocimiento de la masividad del movimiento de feminista, “la revolución de las pibas”, lo enlazó con la actualidad del peronismo, como un actor dinámico y un movimiento que dialoga con su contexto. Eso fue reformulado en la necesidad de definir al movimiento peronista y el Frente como nacional, popular, democrático y feminista. Y eso además se ve en las decisiones del nuevo gobierno, cuando se crean los primeros ministerios de mujeres y diversidad y a sólo un año de asumir se cumple con la promoción de una ley para que el aborto sea legal, sea seguro y sea gratuito. Eso es peronismo y feminismo explícito.
Lo personal es político, siempre. La interrupción legal del embarazo hasta las 14 semanas de gestación por la sola voluntad de las mujeres y personas gestantes, reconoce un derecho a decidir fundamental, sobre la autonomía reproductiva, que impacta como cambio en el posicionamiento subjetivo de las propias mujeres, pero también para las y los profesionales de la salud que tienen que atender. Hoy tenemos Estado presente, que se hace cargo y comenzará a garantizar el acceso pleno a las decisiones sobre sexualidad y reproducción. Se trata en definitiva de un profundo cambio cultural y simbólico. Hoy tenemos un país que es mejor, la política se puso de pie y nos abraza.